Mi esposa Mbaré


Por Manuel Jesús Orbegozo (+)

Un texto de la revista Etiqueta negra, recordando al maestro. 

Por culpa del periodismo tengo dos esposas. Ésta es la historia secreta de ese delito.

Entre la capital del Congo-Brazaville, donde me encontraba en junio de 1987, y la República Centroafricana, adonde quería ir desesperadamente, sólo había una hora de vuelo. Pero también me faltaba la visa, de lo cual dependía que yo pudiera asistir a presenciar el final del juicio a Jean Bédel Bokassa, uno de los líderes africanos más depredadores y libertinos de la época. Nacido en una aldea de antropófagos, Bokassa se había convertido en presidente de su país luego de un golpe de Estado. Una de sus grandes temeridades fue convertir la República en su imperio personal.

Una mañana fastuosa se coronó como Napoleón I portando en la cabeza una corona de oro que pesaba casi tres kilos y estaba adornada con veinticuatro mil diamantes y otras piedras preciosas. Bokassa coronó a su mujer llamándola Catherine I y conformó su Corte de Honor con sus cuarenta y nueve hijos. Cualquier periodista habría hecho lo imposible por asistir al juicio a ese tirano para poder contar su historia. Yo, que me encontraba en África cubriendo informaciones para el diario donde trabajaba en el Perú, no podía dejar de estar ahí.

Mientras los habitantes de República Centroafricana se morían de hambre, otro era el ambiente que se vivía en la embajada que ese país tiene en el Congo. Allí, yo contaba con los dedos las horas que me quedaban para obtener la visa y poder volar a Bangui, la capital del antiguo imperio de Bokassa. La secretaria del cónsul, una muchacha risueña de unos veinte años, presenciaba los giros de mi desesperación, y me llamó con su dedo índice.

Poco tiempo antes yo había estado en Angola, cubriendo la Conferencia Internacional Sobre Namibia y Contra el Aparheid, cuando el  juicio a Bokassa llegaba a su fin. Entonces los corresponsales nos propusimos asistir en grupo, pero cuando nos enteramos de que en Angola no había una embajada de la República Centroafricana, la mayoría se desanimó. Desde Lima, el director de mi diario me exhortaba a cubrir esa noticia de carácter mundial. De manera que de aquel grupo de corresponsales sólo yo viajé hasta el Congo para obtener una visa.

En la embajada, la secretaria del cónsul debió adivinar el apremio que yo vivía. En cierto momento me habló de la visa, pero luego empezó a preguntarme en inglés quién era yo, cuántos años tenía, de dónde venía, dónde quedaba el Perú, cuál era el idioma, si allí había oro y plata, si había aviones o barcos, y así siguió hasta que una de sus preguntas cambió de golpe mi ánimo y el giro de la conversación:

–¿Eres soltero o casado? –indagó sonriendo.

Acostumbrado a estos menesteres, le dije que me había casado hacía muchos años, que luego me divorcié y que por entonces ya vivía solo. El Dios de los Periodistas –como era un decir de nosotros– empezó a guiarme para sostener esa mentira. La muchacha se ofreció a ayudarme a conseguir la visa, pero de inmediato me preguntó si ella me gustaba y si acaso quería casarme con ella. Sin dudarlo, le dije que sí. Pero su siguiente petición fue más sorprendente todavía:

–¿Hoy mismo te casarías conmigo?
–Sí –le dije–, hoy mismo.

La muchacha empezó a guardar sus cosas y en pocos minutos estábamos en el mercado comprando lo necesario para preparar un almuerzo-banquete y celebrar así nuestro matrimonio. Después, por supuesto, ella debía entregarme la ansiada visa.

En el almuerzo realizado en casa de Mbaré, mi novia fortuita, el cónsul se sentó a la cabeza de la mesa. En cierto momento nos pusimos de pie y el funcionario dijo algo en su lengua tribal. Luego todos sonrieron, nosotros nos besamos y eso fue todo: Manuel Jesús Orgebozo y Mbaré estábamos «casados». La ceremonia acabó a las tres de la tarde y ya sólo faltaba que ella cumpliera su promesa. Vamos a la embajada, me dijo con mucho brillo en sus ojos. Mbaré era algo gordita, no muy alta y sus cabellos parecían formar una corona. Yo subí a su automóvil como si fuera a viajar al Paraíso.

Poco después, Mbare estacionó su automóvil y entró en la embajada para sacar el pasaporte visado: todo estaba bien. Podía asistir al juicio. Luego caminamos una cuadra hasta tener enfrente a la ciudad vecina de Kinshasa, bañada por el torrentoso río Congo. Nos quedamos mirando el paisaje mucho rato hasta que ella me preguntó adónde iríamos ahora que éramos «marido y mujer». Le dije con ternura que estaba muy abrumado por lo que había vivido ese día, y que ella debería irse a su casa y yo a mi hotel a descansar. Mañana me esperas aquí mismo para ir a Kinshasa a pasar nuestra luna de miel, le rogué. Mbaré se entristeció, pero no dijo nada. Un poco desorientada, aceptó mi proposición. Mañana a las diez nos vemos aquí mismo, le repetí varias veces. No consentí que me llevara en su automóvil; tomé un taxi y me fui al hotel. Nunca más volví a verla.



DISCURSOS EN MP3 
DE LOS PREMIOS NOBEL DE LITERATURA 
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Mario Vargas Llosa - Perú / España
Premio Nobel de Literatura 2010




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Octavio Paz - Mexico
Premio Nobel de Literatura 1990















Jose Camilo Cela - España
Premio Nobel de Literatura 1989




Gabriel García Marquez - Colombia
Premio Nobel de Literatura 1982




Pablo Neruda - Chile
Premio Nobel de Literatura 1973




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Estambre de plenilunio
Carlos Zuñiga
Ediciones Capulì
Lima, 2011

Los versos de concisión y sugerencia mantienen en nuestro poeta, el alma timbrada en esencia de ser, describir y presentar viñetas que provienen del hogar, la naturaleza, el amor, la ternura. Carlos Zúñiga Segura se convierte así en un fijador de brindis y ensoñación. El haiku, en medida exacta, crepita en fecundidad lírica. César Toro Montalvo (Perù)


La vitalidad de este breve poemario, escrito por un autor con influencias del mejor haiku japonés, sensible a los menores estremecimientos de la naturaleza y a las más inesperadas emociones del hombre nos revela su deslumbrante ámbito poético. Humberto Senegal (Colombia)
Los cuadernos de un mundo perdido
Aproximaciones al nuevo libro de Daniel Maguiña
¿El nuevo Luchito Hernandez de la poesía peruana?

Presentación de Mundo T, de Daniel Maguiña
Lunes 5 de septiembre - Hota: 7:30PM
La Noche de barranco, Av. Bolognesi 307, Barranco
Entrada Libre

Daniel Maguiña nos entrega un libro totalmente distinto a muchos de los que se publicaron en esta última generación. Una publicación fresca y de una profundidad en la palabra y la imagen que invita a la lectura de esta travesía llamada “Mundo T”.

La crítica literaria como la de Miguel Angel Zapata y el saludo de poetas como Arturo Corcuera, dieron la bienvenida cálida a este raro y hermoso libro de  versos y gráficas, dando testimonio de un linaje conceptual que abarca desde Eguren, Oquendo de Amat y Eielson.  

Un comentario reciente sobre el libro fue “El nuevo Luchito Hernandez de la poesía peruana”, y me hizo reflexionar sobre las muchas cercanías que existen entre estos dos creadores. No sé si es el nuevo Luchito H. pero me recuerda a sus cuadernos. No al Luchito de sus tres libros, solo a sus cuadernos que para muchos es la parte más maravillosa de su obra. Daniel Maguiña en este nuevo libro se desempolva de formalismos y se reinventa como hacedor, como un pequeño dios que no le importa la presión por crear lo que se viene creando, simplemente de crear lo que siente. Quizás este punto es la línea transversal en el desarrollo de obras como las de Hernandez.        

Hace un poco más de diez años tuve el placer de conocer a Daniel Maguiña y leer sus primeros versos. Por entonces, formamos el grupo literario “Jade” con otros amigos cuya producción me parece de lo más resaltante: Josefina Jiménez  con su libro “Casa de Muñecas” Y “Mundo de Papel” de Oscar Perlado. Mención aparte amigos aún inéditos como Juan Reyes y Tony Ramos.

El blog que dirijo publicó la primera edición de esta obra, cuya re edición nos trae más sorpresas. Esperamos entonces encontrarnos con este mundo hermoso y extraño.

Alex Alejandro  


Arturo Corcuera: Un origami en vez de prólogo:

Yo me siento en familia al leer a un poeta que juega cuando escribe y que crea un planeta para habitarlo a sus anchas, y se inventa un lenguaje (aunque nadie lo crea) para entenderse con las criaturas de su magín cazador de figuras, como el Peregrín de José María Eguren. Y este poeta es Daniel Maguiña Contreras. Le da a su poesía un toque juguetón y risueño, como si en su corazón se amotinaran la infancia, la  fantasía y la ternura, fundiéndose en un gran abrazo ante la sorpresa de sus criaturas, las ballenas (vacías), los (dulces) lobos marinos, los hipocampos prehistóricos, los moluscos amarillos, el pollo fashion, que renacen en su palabra teñida de colores y caligramas, como los árboles con piernas de hule, con pantis pop art. Da gusto leer un libro como Mundo T.

La poesía se apodera del lector y lo devuelve, en una alfombra mágica, a los confines de la niñez y lo invita a degustar las dulzuras que se desparraman de sus páginas colmeneras, cuyas letras revolotean como abejas laboriosas en un panal.

Sus poemas tienen un alumbramiento lúdico, cercano a Ondas, los Estandartes o al Cofre de Armones de Apolinaire; tienen algo del simplismo de Alberto Hidalgo, el de los años mozos del vanguardismo; se me figura que Maguiña no hubiese dudado en aceptar de Carlos Oquendo de Amat la propuesta de pavimentar juntos una avenida con leche Nestlé, por la que podría quizá transitar el vendedor de bizcochos al que alude César Vallejo en una expresión callejera y onomatopéyica en las páginas de Trilce:

999 calorías
Rumbbb... Trrraprrrr rrach... chaz
Serpentínica U del bizcochero
engirafada al tímpano.
[…]

Versos estos que trasladan al lector el efecto auditivo que reproduce el prolongado pregón en espiral, casi infinito, del vendedor ambulante de su tiempo. Daniel Maguiña se parece a todos y a ninguno de los poetas citados. A Cortázar le hubiera gustado conocerlo. «Jugar, jugar, jugar jugar», pide Jorge Eduardo Eielson.

Recomiendo a grandes y chicos leer este libro, incluso a Giuli y a su mono Nelson. El autor, al final de la lectura, les convidará «un mufflin relleno de crema». Y yo saludo a Daniel, el travieso, con un palmazo en la espalda, lo más parecido a un espaldarazo.


Miguel Ángel Zapata: El imaginario fantástico de  Mundo T 

Mundo T de Daniel Maguiña es un libro raro y magnifico que abre varias opciones de lectura en la poesía. Primero, se le puede leer como una guía asombrosa de eventos ilustrados por acuarelas maravillosas que dan una nueva alborada al centro del poema. Entonces el poema se convierte en la luz de esa alborada con aliteraciones y altos vuelos que nos llevan a vencer el miedo de la lectura. La lectura se convierte en el hada de la imaginación. Leyendo su libro pensaba en lo que pensarían los niños al leerlo, lo que añadirían los adultos con sus sorprendentes e inquietantes preguntas llenas de temor. Las preguntas de si el carnero debería estar en su caja o el elefante rodando sobre los campos sin su caja de resonancia. Podría decir también: píntame un koala sobre el campo verde bailando mambo, píntame un carnero con los cuernos transfigurados en las sombras de un bolero melancólico!. Cosas de niños, cosas de poetas, cosas de ciegos, cosas de koalas mundanos y submarinos. 

Este libro deviene en otro poema: el que sigue, el que lo persigue sin remedio por sus páginas. El que repite sin cesar: “El mundo se resume a veces/. . . una letra muda/ una frecuencia/ un gusano que quiere ser mujer…”.  Así se vierte en rio el libro de Daniel, consternado se torna en avispero, en el cielo que escribe lo que diría el koala antes de cantarnos sus anti solemnes auroras.  Así ( otra vez) pensaba en lo que es un poema, en lo que viene a ser un poema después de esta lectura a domicilio:  me decía el Koala: la poesía es un árbol que camina descalzo, una rama de hule azul que se quema en la alborada. Gracias Daniel!. La verdadera poesía es una feroz tala de palabras y trabaja siempre en contra de la tala de árboles. La poesía también es un paseo en bicicleta, un arpegio de astros y de lunas que caminan por las calles de las ciudades sin nombre.  La poesía no es un apagón inusitado de oscuridades. En cambio, busca la luz que entra en nuestras almitas descoloridas.  Leer este libro es estar en el desierto con Saint Exupery esperando con su príncipe las cosas que vienen del cielo.  
Marco Martos 

Es un reconocido escritor y poeta peruano. Es considerado uno de los principales representantes de la Generación del 60 en la poesía peruana. Actualmente es presidente de la Academia Peruana de la Lengua, catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de dicha casa de estudios.