Los cuadernos de un mundo perdido
Aproximaciones al nuevo libro de Daniel Maguiña
¿El nuevo Luchito Hernandez de la poesía peruana?
Presentación de Mundo T, de Daniel Maguiña
Lunes 5 de septiembre - Hota: 7:30PM
La Noche de barranco, Av. Bolognesi 307, Barranco
Entrada Libre
Daniel Maguiña nos entrega un libro totalmente distinto a muchos de los que se publicaron en esta última generación. Una publicación fresca y de una profundidad en la palabra y la imagen que invita a la lectura de esta travesía llamada “Mundo T”.
La crítica literaria como la de Miguel Angel Zapata y el saludo de poetas como Arturo Corcuera, dieron la bienvenida cálida a este raro y hermoso libro de versos y gráficas, dando testimonio de un linaje conceptual que abarca desde Eguren, Oquendo de Amat y Eielson.
Un comentario reciente sobre el libro fue “El nuevo Luchito Hernandez de la poesía peruana”, y me hizo reflexionar sobre las muchas cercanías que existen entre estos dos creadores. No sé si es el nuevo Luchito H. pero me recuerda a sus cuadernos. No al Luchito de sus tres libros, solo a sus cuadernos que para muchos es la parte más maravillosa de su obra. Daniel Maguiña en este nuevo libro se desempolva de formalismos y se reinventa como hacedor, como un pequeño dios que no le importa la presión por crear lo que se viene creando, simplemente de crear lo que siente. Quizás este punto es la línea transversal en el desarrollo de obras como las de Hernandez.
Hace un poco más de diez años tuve el placer de conocer a Daniel Maguiña y leer sus primeros versos. Por entonces, formamos el grupo literario “Jade” con otros amigos cuya producción me parece de lo más resaltante: Josefina Jiménez con su libro “Casa de Muñecas” Y “Mundo de Papel” de Oscar Perlado. Mención aparte amigos aún inéditos como Juan Reyes y Tony Ramos.
El blog que dirijo publicó la primera edición de esta obra, cuya re edición nos trae más sorpresas. Esperamos entonces encontrarnos con este mundo hermoso y extraño.
Alex Alejandro
Arturo Corcuera: Un origami en vez de prólogo:
Yo me siento en familia al leer a un poeta que juega cuando escribe y que crea un planeta para habitarlo a sus anchas, y se inventa un lenguaje (aunque nadie lo crea) para entenderse con las criaturas de su magín cazador de figuras, como el Peregrín de José María Eguren. Y este poeta es Daniel Maguiña Contreras. Le da a su poesía un toque juguetón y risueño, como si en su corazón se amotinaran la infancia, la fantasía y la ternura, fundiéndose en un gran abrazo ante la sorpresa de sus criaturas, las ballenas (vacías), los (dulces) lobos marinos, los hipocampos prehistóricos, los moluscos amarillos, el pollo fashion, que renacen en su palabra teñida de colores y caligramas, como los árboles con piernas de hule, con pantis pop art. Da gusto leer un libro como Mundo T.
La poesía se apodera del lector y lo devuelve, en una alfombra mágica, a los confines de la niñez y lo invita a degustar las dulzuras que se desparraman de sus páginas colmeneras, cuyas letras revolotean como abejas laboriosas en un panal.
Sus poemas tienen un alumbramiento lúdico, cercano a Ondas, los Estandartes o al Cofre de Armones de Apolinaire; tienen algo del simplismo de Alberto Hidalgo, el de los años mozos del vanguardismo; se me figura que Maguiña no hubiese dudado en aceptar de Carlos Oquendo de Amat la propuesta de pavimentar juntos una avenida con leche Nestlé, por la que podría quizá transitar el vendedor de bizcochos al que alude César Vallejo en una expresión callejera y onomatopéyica en las páginas de Trilce:
999 calorías
Rumbbb... Trrraprrrr rrach... chaz
Serpentínica U del bizcochero
engirafada al tímpano.
[…]
Versos estos que trasladan al lector el efecto auditivo que reproduce el prolongado pregón en espiral, casi infinito, del vendedor ambulante de su tiempo. Daniel Maguiña se parece a todos y a ninguno de los poetas citados. A Cortázar le hubiera gustado conocerlo. «Jugar, jugar, jugar jugar», pide Jorge Eduardo Eielson.
Recomiendo a grandes y chicos leer este libro, incluso a Giuli y a su mono Nelson. El autor, al final de la lectura, les convidará «un mufflin relleno de crema». Y yo saludo a Daniel, el travieso, con un palmazo en la espalda, lo más parecido a un espaldarazo.
Miguel Ángel Zapata: El imaginario fantástico de Mundo T
Mundo T de Daniel Maguiña es un libro raro y magnifico que abre varias opciones de lectura en la poesía. Primero, se le puede leer como una guía asombrosa de eventos ilustrados por acuarelas maravillosas que dan una nueva alborada al centro del poema. Entonces el poema se convierte en la luz de esa alborada con aliteraciones y altos vuelos que nos llevan a vencer el miedo de la lectura. La lectura se convierte en el hada de la imaginación. Leyendo su libro pensaba en lo que pensarían los niños al leerlo, lo que añadirían los adultos con sus sorprendentes e inquietantes preguntas llenas de temor. Las preguntas de si el carnero debería estar en su caja o el elefante rodando sobre los campos sin su caja de resonancia. Podría decir también: píntame un koala sobre el campo verde bailando mambo, píntame un carnero con los cuernos transfigurados en las sombras de un bolero melancólico!. Cosas de niños, cosas de poetas, cosas de ciegos, cosas de koalas mundanos y submarinos.
Este libro deviene en otro poema: el que sigue, el que lo persigue sin remedio por sus páginas. El que repite sin cesar: “El mundo se resume a veces/. . . una letra muda/ una frecuencia/ un gusano que quiere ser mujer…”. Así se vierte en rio el libro de Daniel, consternado se torna en avispero, en el cielo que escribe lo que diría el koala antes de cantarnos sus anti solemnes auroras. Así ( otra vez) pensaba en lo que es un poema, en lo que viene a ser un poema después de esta lectura a domicilio: me decía el Koala: la poesía es un árbol que camina descalzo, una rama de hule azul que se quema en la alborada. Gracias Daniel!. La verdadera poesía es una feroz tala de palabras y trabaja siempre en contra de la tala de árboles. La poesía también es un paseo en bicicleta, un arpegio de astros y de lunas que caminan por las calles de las ciudades sin nombre. La poesía no es un apagón inusitado de oscuridades. En cambio, busca la luz que entra en nuestras almitas descoloridas. Leer este libro es estar en el desierto con Saint Exupery esperando con su príncipe las cosas que vienen del cielo.
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